Muchos de los palacios que pudieron estar colocados en varias de estas calles no pasaron de ser
proyectos difuminados, construcciones de arena debilucha cuyo auspicio tiraba a la chuña
tarjetones de presentación con varios teléfonos cuya falsedad era absoluta,
la broma de una broma peor. Muchas historias
que pudieron caramelizar o dejar rastros de un chispeante arcoiris se han ido por el desagüe
llenando los contenedores de un líquido venenoso que se creía extinto, y sin embargo
amenaza con dejar plantaciones de mierda en cada esquina, adelanta la figuración de esquirlas o espinas crueles
rimando con las almas crueles
empujando cada grieta a un barranco que sólo aporta información deletérea, arbustos siniestros
que nos alejaron de un fulgor cercano al barniz soñado desde la infancia.
Esta expresión guarda la nada secreta esperanza de encender un fuego en el tambor cercano,
de volver a pensar en dónde estábamos cuando nos dibujaron esas estrellas rascando el cielo desvalido,
cuando todo era arrojarse al blancor de la sábana
y no creíamos en marañas rosaditas sino en
una belleza que no se repite tan fácil.
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