Cuesta distinguir en este rincón
los repollos de las manzanas podridas.
Aquellas ya estaban sin tener
algo de sidra expresiva que fuera
materia para morder y saborear. Los
repollos quedan tirados
como consecuencia de un mal pálpito
pero si se abren de cara al sol
dejan ver sílabas mejores.
Que se arruguen es lo de menos
si en una segunda oportunidad
podrían quedarse
con los duraznos maduros
que no se pierden.
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