Este hecho me lleva a recordar que dos veces he visitado el Campus San Joaquín. La primera vez fue en el 2000, cuando presenté mis documentos para postular a la Beca Padre Hurtado, en el caso que mi puntaje en la Prueba de Aptitud Académica fuera el requerido, lo cual no sucedió. La segunda ocasión se generó en 2002, durante una semana de actividades literarias, leyendo poesía junto a Paula Ilabaca, Edmundo Condon y un Héctor Hernández Montecinos que se presentó en silla de ruedas, tras ser atropellado en Bellavista. Tras ese evento yo debía ir a Balmaceda Arte Joven, pues tocaba sesión de un taller narrativo dirigido por el novelista y guionista de telenovelas Luis López-Aliaga, instancia donde me di cuenta que como prosista narrativo no soy tan bueno. Me dan arcadas de sólo imaginarme intentando escribir una novela: sería una versión rasca de Carlos Fuentes, Julio Cortázar o Agustín Fernández Mallo. De Condon no supe más, y ciertamente su talento poético fue reconocido por el mismísimo Raúl Zurita. Todos los que estuvimos en esa sede de la Católica aparecimos en CÍRCULO INFINITO, antología de la editorial Al Margen que el próximo año cumple dos décadas de su edición príncipe.
He de desear que el fuego vibrante del saber y el pensamiento siga presente en la UC. No el de la destrucción.
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