El crujir
de los pasos
en la plaza
cuando las hojas crecen cayendo a un ritmo helado
delata a quienes
ya caminaron
más que muchos
más que quienes traen vientos plásticos inofensivos
y hoy fijan
sus batallas
con arrugas corrientes
con el viento calibrando sus cabezas familiares
en el día
que señalan
los rayos
del sol que envejece de color marrón inestable
o las esquirlas
conseguidas tras
otro triunfo por retiro
como el de los señores acabados en la esquina grasosa
o de la grasa humana
que se desespera y no quiere
pasar por pasar en la plaza.
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