Quien cree conocerme
vaga por calles y avenidas luciendo
una bolsa negra en la cabeza.
Quien desconoce gran parte
de lo que manifiesto no deja
de estar en cualquier rincón
con su cara al descubierto
lavada por el aire vulnerable
que pone en su lugar a cada uno.
Y sé de alguna manera
que quien me desconoce acabará
tocando mi puerta desfachatada
como si existiera entre nosotros
una conexión mágica. Mientras tanto
el que se cubre con la bolsa podría
reaparecer en el cuadro brutal
comido por los perros
que saben más que él.
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