Transitando por la orilla
de un lugar taladrado por alarmas
he logrado dejar en un bolsillo
algo de calor aceitoso, fiereza
que apenas toca mi lengua endurecida
quiere ser otra cosa, hablar
en jeroglíficos saltarines
o por lo menos escapar del escape mismo,
colocarse frente a los postes
sin conocerlos o adivinando
sus códigos de silencio.
Mientras bebo de la petaca
no sé de qué lado de la luna estoy
pero creo que un sol mutante
escribe en letra gótica versos hirientes
que son los de mi rebeldía en desarrollo.
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