De pronto las extrañas matemáticas
que rodean los pasos de cada uno
te dirán que dos locuras no se anulan,
que la locura personal de hilos en forma de rayos humeantes
y la locura colectiva de las banderas tiernas elevadas entre la hierba
y las hojas grabadas a golpe de sonrisas
se pueden unir, sumar, multiplicarse y mirar hacia los monolitos agrios
que siempre dijeron que no, que eso era imposible -la posibilidad
habla o balbucea gradual y abre sus capas, va dejando señas
de otros enlaces que podrán desayunarse o ser la mejor cena de lujo,
ser esa otra locura que los monigotes denostan, ellos que se creían
la joya de la corona y hoy se pudren. Menuda multiplicación.
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