A veces tiene que ocurrir que desde una ventana lleguen
los gritos de la pareja joven que fornica con una desesperación
admirable (entre el ay y el yes: la calentura bilingüe no pierde fuelle),
todo para que este barrio vuelva a estar vivo y deje
de ser un cementerio de almas a las que apenas se les ve
comprando bebida de 3 litros o detergente. Y mejor será que no lleguen
a aplaudir a los jóvenes calientes.
Que la venia la dará un ser supremo.
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