No prometa: haga que la línea de meta
sea una huincha a manera
de espejismo esquivo,
dibujo
picasiano de los idealismos que le pintaban en otro tiempo,
haga que lo imaginario vaya reforzándose sin clavos
del calvario cristiano, que se levante
con la cola fría de la ansiedad levemente caramelizada.
Así es como la línea de meta podrá abrazar otra épica,
regalará otra corona triunfal, será lo que entierre el vacío
fétido de ciertas promesas.
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