A veces me pregunto, de pasada,
qué pensó de mí esa mujer
caminando cerca cuando yo escribía
alguna burrada mirando hacia
un edificio de tiendas tan imponente.
Habrá pensado que tomaba notas para un proyecto de novela
o preparaba un reportaje durísimo
que dejará noqueado al magnate dueño de ese complejo mirado
o corregía mis versos más azucarados
o más crípticos o más algebraicos
o más coloquiales aka chuchetas.
O habrá pensado parecido a mí: que sólo
intentaba dar sentido, sonido y plasticidad
a una burrada retorcida, destinada
a recibir polvo en un cajón débil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario