Le tocó vivir en un tiempo curioso
donde cotizaban más y mejor
las patillas Gallagher empapadas
en nicotina y alcohol, la vida
de parque irónico, la ilusión
de llegar al dos mil en la disco
o los alaridos de Oxford
que proyectaban un halo existencial
insospechado. Mientras tanto
en este mundo de niños perdidos
cerraba ventanas y abría puertas
rechinantes que no sonaban
a otra cosa que no fuera
la espuma pop deshuesada
de huellas escurridizas
inabarcables para las listas,
sin lugar para ninguna pose.
El otro siglo apareció y este Quijote
de la espada postista partió
a Bolivia -y no cayó
como cayó ese Guevara rancio:
lucha firma volviendo a desarmar
la pátina cantada.
Vertical la lanza de su trazo
va a retornar siempre
en tecnicolor
o en un sepia fundido,
lo que salga de otro eco.
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