Trabo la puerta imaginaria
mientras el ruido de la calle crece
o se fragmenta según el argumento de turno
para repensar eso de tu sabor a limón salado
-a manera de perfume no oficial, de seña
que me concedes, de estela libre.
Antes no había nada en ese baldío
manejado a duras penas en la interna,
pero dos gestos tuyos fueron fichas chocando
y una brisa labial que me niego
a ocultar frente a los claros paseantes
que desconocen esto pero lo intuyen
un poco,
sólo un poco. Lo justo
que me eriza la piel.
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