Palabra que fue rastro
de perfume polvoriento
en la mesa amanerada
con la copa servida, palabra
que no tuvo vergüenza en el encuentro
de dimes diretes y bocas
hirviendo de noche, palabra que
construye la esfera vibrante
superando la absurda división
de mente y cuerpo, de pene
y vagina, más una que otro
como línea susurrada, esa palabra
fosforece cuando se habla de lo que pasó
o de lo que pudo pasar
o fue imaginación
orgasmatrónica.
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