Allí en un mejor verano caminé cuadras y cuadras
sumadas al pasto de lo que no quiere escarcha
ni resecas puntas, las escaleras me dejaron
pasar aduanas imaginarias hasta alcanzar
el mirador final desde el cual importaba
mucho más el peso del paisaje
que el festival de estupideces de quienes desean
vivir su amor incierto calentándose. Allí
el ideal fragmentado fue mi gasolina deliberada.
Allí estuve y hoy ya parece un pueblo fantasma
que en vez de imponerse por sus terrenos se impone
más por fierros de otras próximas construcciones
y por logos de marcas de dudosa reputación.
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