Cerca de los cactus
y de ese letrero de cerveza
estaba un viejo cinturón
gastado como el que más
con sus hoyos desfigurados
y sus partes metálicas
todavía relucientes.
No costaría nada creer
que en medio de este poblado seco
ese era el cinturón de un habitante
demasiado habituado a agredir a sus hijos
por saltarse alguna norma oficial
o cualquier idiotez
que él quisiera pasar por ley dura
mas no pareja.
La incertidumbre tiene que ver
con la reaparición del bruto
para recoger ese cinturón:
si no lo hace
es que está renunciando
a raspar más en el muro cruel
de ese fetichismo endurecido
que le ha hecho daño a tantos infantes.
O les incuba esa violencia
como patrón conductual a futuro
que no merece reverencia.
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