Quien ensaya por centésima vez
su rutina cómica
creyendo que sus líneas arrancarán
millones de risas
no nota que el espejo al que mira
pierde su esplendor cristalino:
se vuelve amarillento
casi sepia
una estampa retrógrada
que lo mantiene encerrado en una visión
abandonada y patética
de lo que alguna vez tuvo gracia-
pero esos chistes ya los contaron otros
con más gracia que él
y que vivieron otras cosas muy diferentes.
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