La mano que invade la hoja
queriendo abarcar sus esquinas
se siente satisfecha, manchada
en un relieve intenso al dibujar
el rostro de la pasajera que se encuentra
con la piedra señalada sobre un plano
que la besa y la hace inmortal sin que lo sepa.
La mano dibuja y siente ese tacto
de grafito lúbrico, de historia posible de tan imposible.
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