Ella tiene una lengua que arde
cuando pronuncia voces antiguas
y saca al aire sílabas de otras lenguas
que sólo las conocen quienes la conocieron bien
a golpe de roce tremendo. El
hilo de su saliva es la narrativa perfecta
de lo que estremece en un cuarto con velas.
Su fermosura obliga al aplauso transversal:
ese que invita a amarla en silencio.
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