Todos hablan del hombre que rompió
la copa de vino mordiéndola, derramando
la sangre de su boca mezclada
con las lágrimas de sufrimiento
por un mujer que lo traicionó,
asunto conocido por gran parte de quienes
vienen al bar. Pero al contrario
del caso anterior, nadie habla del hombre
que sentado frente a una mujer sonriente
con quien sintonizaba
en casi todo, pasó a llevar una
copa de vino sin querer, algo que
quedó como no visto por él de inmediato
pero cinco segundos después sí la vio,
llamó al mozo para contarle del
error que había cometido y quedó
como un caballero frente a la
mujer, frente al mozo y frente a
los otros parroquianos.
Nadie habla
de este gentil hombre
porque a los que viven y mueren en este terreno
les parece más sabroso
morder la tarta del morbo, de
la miseria con la que se entretienen
para olvidar su propia miseria
y fingir que todo está bien.
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