la escritura dura del que agarra el lápiz mordido
sin estar atado a la obligación mercenaria
de abrazar al compañero o al camarada
o de vender ideas repetidas
a marcas que no venden hace rato
es ese halo que nos agarra del cogote
y no nos suelta
y nos lleva a flotar sin salvavidas
y hace que escupamos más espeso y más verde
que el vecino
y huyamos corriendo saltando e incluso
caminando por las aguas bautismales
con olor a excremento teniendo claro
que la confusión reinante
dejará muchos más caídos que los referenciados
en esos boletines que redactan
los mercenarios que están del otro lado
donde no estamos nosotros ni de lejos.
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