Cuando en esa muralla
color zapallo
donde creías que jamás
tendrías recompensa
te alcanza el sabor categórico
de las frambuesas
sientes que el viento
más que soplar típicamente
a tu favor te devuelve
a una calidez en parte ubicable
en parte distinta para bien
en su totalidad reivindicadora
del amanecer sin sarcasmo
de los besos que esperabas sin saberlo.
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