Ya es algo amargamente habitual
que con el campo abierto listo para arrojar trozos
de libertad crujiente uno tropiece o se caiga
de preferencia bocabajo con el temblor que prefigura
cierta muerte
y al levantarse
quien llegó es cubierto
por un leve mareo que puede
frenar el minutaje posterior
pero allí sigue firme
aunque la conciencia aguda
conserva el dolor del golpe.
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