A la luz del día amable
todos los perros son lanudos,
de lengua tierna, agraciados
y devotos de recoger el palo
o reclamar la galleta.
Pero a la sombra de la noche áspera
algunos de ellos afilan los colmillos,
el veneno chorrea de su lengua,
sienten insatisfacción y parten
a ladrar más fuerte,
a desear el hueso de otros perros,
a querer herirlos o en el más turbio de los casos
a ir en contra de sus amos
lamiendo la sangre sin vergüenza.
A la luz y a la sombra de la vida
el fantasma de la traición
se cuela por un rajo de la puerta
y adoctrina a ciertos perros
para desdicha de quienes los traen
demasiado confiados,
demasiado.
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