Allí compré una radio como si nada
(buscando el ruido que no emula
la pachanga redundante) y hoy
de la tienda no queda nada, salpicado
todo por grafías como las del motín
de los inconformes más duros. Muchas cosas
cayeron o apenas boquean tras esa rabia.
Puede que mi radio aguante un poco más
para hacer sonar el himno enésimo de resistencia
o quizás no -principio de obsolescencia al acecho.
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