No voy a negar
que me fascinas por las partículas
que detecto en ti;
agua
diáfana de la ternura
haciendo juego con la voz del viento
y el parpadeo estelar
escrito mucho antes de que naciéramos
en el balbuceo y en el tropiezo
original;
aceite
que ya es barniz donde entras
como capa intensa de ir y más ir
mordiéndose lo absurdo de horas
perdidas, deseo de estar
en el temblor que es tuyo nada más,
paseo de lo que duele
y me cubre con su placer en gotas,
en ramas, hojas sueltas
que vamos recreando en el abrazo.
Eres agua,
eres aceite,
eres una gota doble que retengo,
me retienes,
alabada sea
la salpicadura de tu vivir,
lo que sale disparado
hacia un nuevo desborde.
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