Destilado de babas y sangre de encías sobre una sábana
amarillenta de una cama
en un cuarto a medio ventilar, lo
que cae sobre las flores estampadas
es lo que queda tras la pesadilla
de la última noche, lo que pinta
y repinta el delirio de persecución,
una trama indeseable
en la que las vallas no son blandas,
una figura a la que ya no le quedan lágrimas
sino baba y sangre y un olor irreconocible
tras cruzar otras puertas
u otros techos con escrituras amenazantes
-y vaya a saber si esas amenazas
llegan por una acumulación
de resultados o por una aguja
entrometida,
no sé qué hago aquí
con los pájaros que no reconozco,
a otro lo llenaron de mugre,
o a mí y todavía no me entero,
o me bebo la sangre de un otro que no soy yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario