Papel con engrudo en demasía para promocionar
la última ocurrencia del ídolo de turno.
Lo siguen y lo llenan de flores donde vaya,
incluso en la aldea que mezcla piedras blancas
con cenizas moradas. Será que por esas cosas
el engrudo con el que pegan sus carteles
salpica más y más a moros, cristianos y agnósticos
-o los salivajos del boca a boca
que en el estadio lleno se convierten
en lágrimas de emoción.
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