Se ha visto deambular
por calles, avenidas y rotondas
a una mujer cuyo rostro
captura las grietas de la soledad
cargando un saco de cachureos-
en él suenan y resuenan
juguetes y relojes, frascos y cucharas.
A veces camina y en otras se arrastra
como un animal doliente, como alguien
que se desorienta más y más
con el paso del calor y el viento frío.
Nadie sabe si se ha establecido
en algún punto del cemento.
Tal vez cuando muchos nos vayamos
y los peladeros más sucios se vuelvan
supermercados o edificios con vista al tráfico
esa mujer seguirá cargando cachivaches
o no le quedará más opción que dejar
su cuerpo sobre una línea sin pensar
que puede aplastarla un camión de cemento.
¿O la estamos sobrevalorando y por mirarla
detenemos nuestro pulso igual de afectado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario