El claro clarín ya me vertedera
lo que escribí por oler a mil rayos
que no centellas: lo convierte en fuego
del que salen los bichos con sus patas
de una elegancia rancia, eso que dice
que no en todas las páginas que ponga
habrá alquimia. Anhelaré mañana
que lo expulsado de mí no retorne
salvo para el final de la función:
cuando la urna dura me vertedere.
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