a las seis de la tarde
parecíamos carne molida
los ojos irritados los brazos
casi cayéndose la mente en
piloto automático no sabíamos
dónde estábamos el mundo allá
afuera verde y celeste nosotros
luchando contra un estruendo metálico
o contra las garras sin identificar
o contra el alpiste insuficiente.
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