Asumir es dolerse, colocarse con la herida
acerada frente al vidrio empañado
por los rayos casuales de la ambición
que pasa sin ver sus legañas. Las
calles de cristal se han hecho polvo
pero no tanto como esta voluntad
harta de luces falsas, de cegueras que vomitan
en la propia. Ya no es hora
de distracciones, este reloj sangra.
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