Se dice que el que se va sin que lo echen
regresa sin que lo llamen. También
que el que fue echado con viento sur y lluvia cruenta
suele esperar que el sol del replanteamiento
acaricie a quien lo despidió mientras
sus pasos en el pasillo rodeado por
las fecas de perro y el moho mezclado
con rayados de hinchas de Colo Colo y la U
(cuando no del América de Cali o de Alianza Lima)
aguardan con una ansiedad cercana
a la de los condenados a muerte en USA. Otros
anotan la no tan secreta presencia
de los que estuvieron de acuerdo con ser sacados
y procuran no pisar ese sitio ni mirarlo
cuando el monopatín o la micro van hacia otra parte
mucho más sonriente. Cualquiera de estos
especímenes vistos verá llegar
la pipa de la paz misma
o transfigurada en un botellón de tinto
o unas empanadas o unos completos.
El resto depende de su cautela, su labia flexible
o su emotividad desmesurada.
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