El ojo del Cabrón que llegó sin que lo nombraran
es visto por el cabro de la esquina
como si mirara un canasto con dulces
o el candor de los que como él mismo
juegan a la pelota en el pasaje.
Ese es
el ojo omnipresente, el arrojo
de un cristal que se babea
o se indigna cuando las cosas
no son como él quiere. Su artificio macabro
es su fortaleza verde, su naturaleza
mugrosa de tan paranoica.
Niño, cuando crezcas
tendrás las armas internas para destruir
esa visión gigante y egoísta y abrazar
a los que no quieren estar para el jueguito.
Un día tendrás recuerdos*, pero serán
los de vencer al Cabrón inapelablemente
por querer que su formateo nos envuelva.
SE
VA
A
JODER.
*Vicente Huidobro, "Niño"
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