In memoriam Pepe Lavat
pasó toda su vida obsesionado con las corbatas de seda
desde que le regalaron una: las cuidaba y clasificaba
entre las que le servían para las fiestas después de la oficina
y las que recelaba más de la cuenta,
esas destinadas a aparecer a la hora de cerrar algún negocio
con un emisario de alguna tierra misteriosa.
pero llegó un momento en que ya no había tratos que abrir ni cerrar
y sin perder el glamour de siempre este tipo
estrenó una especie de nudo gordiano nunca antes visto:
allí estaba la seda mucho más tosca
de la soga que le fue útil para su último gran negocio:
el de su propia muerte.
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