La semana pasada tuve la chance de escribirle a Gladys González en su muro de Facebook. Ella se sintió muy feliz por lo que le comentaba, rematando su respuesta con un caramelo de frase: eres muy dulce.
Durante la presente, le respondo a una señorita que es un nuevo contacto mío en Last.fm. Ante lo breve y cerrada que fue mi ración de palabras, esta chica consideró que fui muy rudo, y no era necesario ponerse así.
Dos momentos contrapuestos de mí, dos piedras que no cayeron igual a la fuente. ¿Dónde empieza lo dulce en mi ser, y dónde (si llego a enfatizar eso, es porque oía el temita de Ruch) se encuentra mi dureza? Me sale del alma, sin manual, y como no creo en separatas de actitud, caigo con frecuencia y me levanto desigualmente. La rudez y la dulzura son necesarias, quizás. Tanto como teclear esto, hoy mismo.
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