Ocio feroz el de quienes raspamos
el muro blanco que representa
la calma cercana. Tantas veces
hemos pasado con ojos de falsa
distracción, tantas veces sosteniendo
el boletín de juegos y chismes
para que no nos demonicen. Hasta
que encontramos la textura escondida,
la aspereza en la que figuran
los símbolos horribles, las amenazas
que iban de boca en mano, de
puño en garrote, las figuras
geométricas pintadas como escudos
repulsivos de cierta batalla.
El ocio de esos tiempos puso
en tela de juicio
aquellas capas blanqueadoras
que generaban desconfianza.
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