donde la mejor manera
de llevarme con mis demonios
es sentarme a hablarles
o jugar chancho seis
o llevarles una garrafa
de pipeño o de chicha. A ver
si de una vez por todas
mis conflictos internos
llegan a ablandarse
por la camaradería ebria
y no por la desesperación química
de colores chillones mas fríos.
La antesala del infierno
en una cama con amarras
puede carecer de ese entusiasmo
que intento proponer.
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