Ten cuidado con el frasco donde tu secreto
vaya a caer. Si ese conserva lo rancio
de su uso anterior o su cierre no garantiza
que se guarde tal como llegó, puede que se escape
desfigurado y releído de la peor manera,
posándose en los labios de los monstruos
que guardan el alquitrán que los favorece.
Si ocurre lo mejor, esos misterios profanos se harán
perfume inviolable en los labios del deseo.
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