Comerse el mundo sería una utopía,
probarlo desde sus flores silvestres
o plantas enredosas que resisten
a lluvias, truenos e incendios bestiales,
pero en la práctica es algo tan áspero:
pensemos en los ríos repugnantes,
en el barro denso, en las piedras duras
que cortan como lanzas de mil años,
en los cañones de guerras mayores
oxidados que saben a derrota,
en la miseria que no acaba nunca-
comerse el mundo suena a eslógan fácil
pero digerir su profundidad
es lo que nos queda como tarea.
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