11 junio, 2012

MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: Caupolicanazo pinochetista, o una malísima idea

Mucho me temo que respirar hondo es lo que debo hacer al comenzar a redactar este posteo. Porque ayer se realizó un acto desagradable en el viejo y querido Teatro Caupolicán: la exhibición de un documental sobre Augusto Pinochet Ugarte en plan proselitista. Es demasiado injusto que el recinto de calle San Diego se ocupe para un homenaje al principal artífice del Golpe Militar ocurrido el martes 11 de septiembre de 1973, el mismo General Pinochet que tuvo a Chile oprimido hasta marzo de 1990, el mismo que se convirtió a posteriori en senador designado, el mismo que falleció en diciembre de 2006. Se mancha la dignidad del Caupolicán a niveles de cagarse en él. Ya, me dirán ustedes que es un recinto privado cuyo deber es albergar eventos de toda índole, pero de todos modos es un lugar histórico. ¿Tienen derecho los que todavía se sienten partidarios de Pinochet a homenajearlo? Si, pero de manera acotada, en recintos de Vitacura, Las Condes o La Dehesa, manteniendo las reservas más absolutas. No es sano para nadie que se reutilicen lugares más masivos para invocar de nuevo a un personaje contrario a la democracia, en cuyo Gobierno hubo torturas, desapariciones, falsos enfrentamientos, toques de queda... Ojo, no justifico que se generen golpizas ni vandalismo en las cercanías, algo que sin duda se dio (una concesionaria de automóviles sacó la peor parte), sí que haya pancartas, sí que se grite en el nombre de la libertad de expresión que en esos 17 años de viento sucio se nos negó. Lo siento por ustedes, señores Juan González y Hermógenes Pérez de Arce (el último visitó TOLERANCIA CERO (Chilevisión) anoche, a la misma hora en que disfrutaba SOLTERA OTRA VEZ (Canal 13); discrepo de él, mas reconozco que su chaqueta me gustó, mich). Si les duele y creen que estamos volviendo a la época de la Unidad Popular, mala cuea dijo el conejo. Chile necesita despertar y darse cuenta a cada minuto que merece algo mejor que el yugo del neoliberalismo económico, algo mejor que estar obligado a elegir entre Concertación y Alianza, algo mejor que estar obligados a tragarnos todas las noticias de la televisión, algo mejor que lamerle las botas al Viejo Pascuero (quiero decir Santa Claus, porque al Pascuero de las marchas, que también salió ayer, le tengo buena). Chile necesita darse cuenta de sus fortalezas y debilidades, trascender esa silueta antipática de nación inmadura incapaz de ir más allá al hablar de matrimonio homosexual o aborto terapéutico. Chile no quiere más reivindicaciones del espanto, de la represión injusta.

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