Si alguna vez hubo belleza en la guillotina
fue cuando la sangre del verdadero tirano
fluyó a chorros salpicando la hoja precisa, dándole
más brillo del que tuvo cuando la fabricaron.
Después aquella se convirtió en excusa mal leída
para masacrar a otros que cometieron erratas o faltas
muy menores, o a quienes fueron asediados
con antorchas por las calles amargas
en base a acusaciones manipuladas sin revisión.
Manosear es desvirtuar. Desvirtuar
es confundir asquerosamente.
No hay escapatoria.
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