El mismísimo viernes pasado estaba yo mirando hacia la portada de La Segunda. En un rincón de ella leo que Pedro Lemebel ya había muerto. Al principio viene esa sensación de impacto. Más tarde la certeza de que esto se veía venir: quien fue socio de Francisco Casas en Las Yeguas del Apocalipsis venía luchando contra un cáncer a la laringe que lo fue dejando de a poco sin voz, y lo que pasó hace dos días fue el final de la gran batalla. Pedro Mardones Lemebel, pañuelo en la cabeza, cigarro firme en una mano, rostro duro para observar cada detalle, se entregó con todo al terreno performático, escribió párrafos y páginas donde la marginalidad, las luchas sociales y el caminar difícil de las minorías sexuales se paseaban con flores y otros ribetes encantadores. Quien ya no está con nosotros también fue, a su manera, hombre de radio, leyendo su material por las ondas de Radio Tierra. En The Clinic, El Ciudadano y el extinto diario La Nación apreciaron su entrega, haciendo caso a ese lema fundamental: ojo de loca no se equivoca.
Sus letras tuvieron vuelo hacia las Uropas gracias a que Anagrama, casa comandada por Jorge Herralde, repescó LOCO AFÁN. CRÓNICAS DE SIDARIO (1996; edición príncipe en LOM), acto de justicia de la misma editorial donde estaba su amigazo Roberto Bolaño (que hace 11 años sucumbió por un problema al hígado). Luego en Seix Barral saldrían muchas de sus otras entregas. Este Pedro en algún momento tuvo que ir a un programa de TV donde su tocayo Carcuro le hizo una mala entrevista (porque fue una caca seca, admítanlo) donde el golazo final lo metió Lemebel, sacando a la luz que el relator de fútbol negó a su propia hermana por ser contraria a Pinochet; al caballero se le subieron los colores al rostro (Franco de Vita dixit) y sólo le quedaron fuerzas para presentar a Cristian Castro. Eso pasó en TVN, el mismo canal que el viernes le hizo un homenaje durante las transmisiones del Festival del Huaso de Olmué. Uno de sus mejores amigos fue el poeta Sergio Parra, quien a manera de luto mantuvo cerrada Metales Pesados, su librería en calle José Miguel de la Barra. Y no deben ser pocos en esta tierra o en otros puntos los que lamentan haber perdido a Pedro Lemebel. Un personaje que tenía claro que la hombría más profunda no tiene nada que ver con los ritos del macho cabrío al uso, del que fue al regimiento o se agarra a combos en un partido de fútbol. Este mismo Pedro que miraba al futuro declamando:
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
Les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.
Quien habló por su diferencia, como pasaba en aquel "Manifiesto", apagó su voz en este mundo para hacerla resonar más allá de estos bordes. Y nos quedamos con la pregunta doliente, ese deseo que en 2014 merecía ser satisfecho:
¿POR QUÉ CONCHESUMADRE NO LE DIERON EL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA?
De aquí en adelante es tarea de todos los que quedamos vivos leer, releer y requeteleer a Pedro Lemebel. Así se le tributa más y mejor.
HASTA SIEMPRE, PEDRO.
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