La secuencia ya es conocida, pero bien vale la pena volver a recordarla:
Sin estallido (catártico, traumático, furioso, simbólico, épico; a cada cual su interpretación) no hay acuerdo del Congreso (19 de noviembre de 2019). Sin acuerdo no hay Plebiscito de Entrada (25 de octubre de 2020). Sin primer triunfo del Apruebo no hay elección de convencionales. Sin trabajo de la Convención Constitucional (lastrado por la derecha, la difunta Lista del Pueblo -con el Pelao Rojas Vade como bufón mitómano-, la comisión medioambiental y personajes como Fuad Chahín o el cada vez más ridículo Renato Garín) no tendríamos el verdadero fruto de este proceso: el borrador definitivo de la Nueva Constitución, tras pasar por la Comisión de Armonización. Se le entregó al Presidente Gabriel Boric en la sesión de cierre de la CC, el 4 de julio de 2022. Y eso da pie a que este 4 de septiembre se realice el Plebiscito de Salida.
Tras revisar el borrador en una lectura rápida mas atenta, ya que soy sólo un ciudadano y no un leguleyo, ni un politólogo, ni un comunicador presionado por la muela y el pálpito cruel de la opinión pública, apenas encuentro unos artículos con los que no estoy tan de acuerdo: esos sobre materias de justicia vecinal, medio ambiente (lo cual reafirma mi parecer sobre esa comisión en la disuelta CC) y voto obligatorio. Todo lo demás me parece de una coherencia, de una seriedad respetables, de una impronta que invita a confiar. El ruido chirriante de la derecha, de las voces opinantes afines a ese sector, de los pasillos empresariales y, no olvidar, de ese invento burdo y patético que es el grupo Amarillos por Chile, el cual incluye a Cristián Warnken (otrora comunicador luminoso que invitaba a leer y releer a Gabriela Mistral, Nietzsche, Rumi o Edgar Allan Poe, y que hoy abraza un rol oportunista y desafortunado), a la hora de validar la opción Rechazo, repitiendo que el borrador calca cosas de las cartas magnas de Bolivia y Venezuela (lo de la plurinacionalidad les genera incomodidad), que coarta el derecho a elegir y que, como concepto aglutinador, es o parece un "mamarracho", bueno, eso no hace más que reafirmar mi intención de volver a votar APRUEBO.
Los datos de las encuestas son nada. La apreciación incompleta sobre la supuesta transversalidad del Rechazo es nada. Humo plomizo de olor dudoso. Las reformas en el Gobierno de Ricardo Lagos a la Constitución de 1980 fueron un remix válido, pero hoy esto ya no aguanta. Gladys Marín (QEPD) y Tomás Hirsch, cuando fueron candidatos a la presidencia, proponían el cambio constitucional. Y hoy esa ilusión pasará a ser algo real, si en el Plebiscito de Salida gana el Apruebo. Insisto acá con lo que Sergio Bitar dijo hace poco: El borrador no es ni un mamarracho ni es el paraíso. Lo que se pueda reformar se reformará en el Congreso. Aunque el cuco de la derecha (udiotas, erreenes, evópolis o republicanos, lo mismo da) diga que la "izquierda" acapare todo el poder. A no tener miedo.
En septiembre, YO APRUEBO.
Sí, igual que en el #25O.
Y ese 5 de septiembre, más allá de la alegría de unos y la tristeza de otros, debe ser el punto de partida para mejores diálogos, para hacer que Chile sea un mejor país.
Debemos cumplir con ello.
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