Me arrastro a duras penas para alcanzar el café
ese polvo instantáneo que habrá de sostenerme
por algunas horas en que el hierro del día a día
y el opio de la ilusión tiran de mí sin piedad
qué piedad puedo tener si en el balance
cruel voy bajando lentamente y mis respuestas
son espejismos a los que no los salva
ni una taza de café.
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