de madera y metal, de cifras y papeles,
sube para buscar el timbraje, la cerrazón
válida tras un camino previo cargando
con monigotes genealógicos. De ahí se suelta
y la madera y el metal son pieles parecidas
a la suya, con arrugas y planicies suaves, con
campos que le hacen cosquillas
por las puntas de las raíces.
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