Lo que cae en desgracia no es la gracia
sino la forma de barnizar esa posible gracia:
el pincel aleatorio de tantos días y noches
se gasta, se coloca tieso, mojado por una sangre
morada y adulterada, filtro venido a menos
sin venir a la cita de siempre,
sin extender el esmalte de la vieja gracia.
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