Tú que te quejas de que tu sueño
es incómodo y mezcla
la incertidumbre del día a día
con la espuma rústica de la almohada,
lo tuyo es la nada misma
al lado de los alfileres
que sostienen las vestiduras de otros que sufren más:
nacen con esa dureza en sus puntas
y en sus cabezas que reposan
en almohadillas blandas y sencillas
y no reclaman por su destino.
Del sastre que corta las telas o las va ajustando
hablamos otro día.
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