25 mayo, 2018

MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: la primera multa por acoso callejero, o cómo confundir al chancho con Don Pancho

Ayer se cursó el primer parte por acoso callejero en Chile. Ocurrió en Las Condes, comuna donde Joaquín Lavín es el actual alcalde. Un hombre le dijo a una muchacha que iba con su papá a un supermercado algo así como "ojalá coma ensalada para que cuide su linda figura". Acto seguido, el padre de la chica le espetó que él no tenía derecho a decirle eso. Sólo por tal comentario, que no es ni una grosería ni una falta de respeto ni una amenaza misógina, el piropero arriesga tener que pagar más de $200.000. Hay quienes dicen que uno no tiene derecho a decirle nada a alguien que no conoce, y tampoco puede gritarle algo a nadie. O sea, ¿que yo no puedo ni siquiera decirle un verso como los del Canto II del ALTAZOR de Vicente Huidobro, o pedir un fuerte aplauso, o tirarle un beso? A los asquerosos que se masturban delante de jovencitas en el Metro hay que hacerlos pagar, con plata o con cárcel. O a los que intentan agarrarles las tetas o el poto. O a los galancetes de quinta que les ofrecen plata por tener sexo. A esos sí. No a alguien que admira la belleza femenina con un espíritu cariñoso.

Si hay que barrer por casa, yo en cierta forma he tenido en alguna ocasión alguna conducta equivocada, como cuando durante 2009 veía a una tipa a la que se le veía el tirante del calzón, parando de manera exagerada para saludarla y tirarle besos igual de hiperbólicos. Una vez ella estaba en una esquina con su pololo, quien me habló pero no le di bola. Seguro es que me la quería dar, y lo entiendo. Meses más tarde la vi de nuevo y quise hablarle para disculparme, pero la tipa esta me trató con garabatos. Nunca más la vi, y no me interesa verla. Pero si hay algo que siempre tuve en mente, y todavía tengo, es que uno puede acercarse a hablar con una mujer de quien a uno le gusta su cuerpo, pero a la larga en el mejor de los casos puede convertirse en una amiga con quien conversar de lo humano y lo divino cada vez que nos veamos. Las ganas de follar desaparecen, y queda el derecho al contacto humano que es lo que necesito, como en "Out to get you" de James. Está bien que las mujeres exijan su derecho a ser respetadas, a caminar por la calle sin drama, a que nadie les joda ni su camino a la facultad ni su rutina de running ni su ida a comprar pan ni su paseo con el perro. Pero que a todos los hombres de este país se nos meta en el mismo saco, eso no. Siempre hay un Weinstein o un Abreu o un Pontiggia dando vueltas, pero no son todos los machotes. Hay variantes de blanco y de negro. El feminismo hace bien, el feminazismo da miedo. Yo me he unido a lo de #NoEsNo o #YoSiTeCreo, y aplaudí esa performance a lo Pussy Riot en la Alameda. Pero no me jodan la vida. A veces, y lo diré a lo Axel Kaiser, tiendo a pensar con sangre de reptil que el progresismo es el nuevo fascismo. ¿Estaremos tan cagados que no sólo el comunismo y la derecha cavernaria, Vargas Llosa dixit, están haciendo agua, sino que también una parte del progresismo? Esperamos que todo vaya mejor, y no se malinterprete nada.

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