Lector permanente como soy, por más que las empanadas, las longas, la chicha y el vino blanco me exijan su atención en estos días patrios, tengo que echarme un libraco al hombro. Abordaré uno de Germán Carrasco, poeta ligado a la Generación de los 90 (contemporáneo de Javier Bello, Alejandra del Río y Verónica Jiménez, entre otros): LA INSIDIA DEL SOL SOBRE LAS COSAS (1998; J.C. Sáez Editor, 2003), segundo volumen que publicó (BRINDIS (1994) le precedió), con el cual había ganado el Premio Jorge Teillier 1997. Este hombre (al cual vi leer una vez en el Centro Arte Alameda, momento grato) logra en 92 páginas observar de una manera casi obsesiva escenas donde la familia y los actos más íntimos se dan en lugares que Carrasco describe como si nada: el mundo se divide en tres://-las fachadas continuas/-los blocks o villas/-y los parajes//ingleses..., que además, dice, son perfectas para el crimen y el amor. No faltan los tragos apurados ni el jazz de Ornette Coleman, mucho menos los paseos al cementerio, mientras el sol aparece dándole un brillo particular a cada detalle imperfecto ("El sol de las tres de la tarde I"). Eso en lo que corresponde a la primera parte del libro. La segunda es un constante darle vueltas al carácter trunco e inútil de la escritura misma, tal como hizo Enrique Lihn en su momento, para apuntar que: Todas las artes poéticas son/un brindis,/la insidia del sol sobre las cosas,/un chungungo nadando de espaldas/o un poodle ladrándole al oleaje; o que un poeta, también con poca luz/intenta en vano despiojar el lenguaje ("Correcciones"). Las secciones siguientes navegan en las aguas del erotismo amargo (aquí el autor cae en la tentación de citarse a sí mismo: el fragmento III de "Todo claro como el agua incuestionable" (página 9) es el epígrafe de "Garcon blues" (página 55)), exhiben otra aparición del ojo espía en "El mercado", retratos de animalitos ("Bombalurina" -por esa gata que tenía T.S. Eliot- y "Perros") y el de un mendigo ("El Sobao"), y una serie de textos en torno a la muerte, con guiños a W.H. Auden, Philip Larkin o la calavera de Hamlet ("Oda, adivinanza"), donde destaca sin duda "Elegía de hielo/Partitura de un réquiem para no interpretarse/Responso con las manos en la cara/Exequias de la mudez/El velo. El sello" (manso ni que título, oiga), poema polimorfo donde se habla de la imposibilidad real de cantar a la muerte, y de la incompletitud en que se cae al desear que la lira se salga con la suya, idea que Carrasco profundiza todavía más en las notas complementarias al final del libro, sección "Prescindible" (así se llama). Destacaré también de este poemario lo que se esboza en "Por una cabeza", "Bop & Free Jazz", "Aluminio El Mono" (allí, tres textos que el autor había mostrado antes, en una antología del taller CÓDICES que publicó RiL en 1993), "Puta", "Héctor Figueroa mirando las estrellas", "Veraneo", "Brisa" y "Sello".
JC Sáez Editor: LA INSIDIA DEL SOL SOBRE LAS COSAS (Germán Car...: Premio "Jorge Teillier" 1997. Esta obra nos presenta enclaves de misterio e inminencia, escenarios del crimen, el amor y la ternura, donde ...
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