a escucharlo hablar, a verlo ir juntando
palabras cargadas o recargadas
en un encantamiento aparente
que en sus puntos más altos
dejaba hasta un aroma muy intenso.
Pero tan pronto como no se piensa
el hilo de esa verborrea
fue perdiendo fuelle, quedando
reducida a una burda baborrea.
Es decir, cuando las palabras
giran, retroceden, abren y cierran
paréntesis, ponen advertencias
y lazos irónicos hasta que son sólo
hilos de baba poco profunda,
litros de saliva sin cuento
ni torcedura novelesca, algo
que se parece a un globo traslúcido,
bello por fuera pero vacío
y repugnante por dentro.
La baba fue evaporándose
y del parlador correspondiente
si te he visto no me acuerdo
(y eso es lo menos que quisiéramos).
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